martes, 15 de junio de 2010

Un sueño realizado


Cuando a uno de chiquito le preguntan ¿qué quieres ser de grande?, de inmediato brincan las respuestas al cielo, como frijoles saltarines: “Bombero, doctor, abogado, astronauta”. Uno como padre (no soy padre, pero qué diablos) fomenta en los hijos esos sueños, haciendo todo lo que esté al alcance de la mano para apoyar las metas que inocentemente se han propuesto esos pequeños rufianes: Si quiere ser futbolista, se le van comprando balones, se le inscribe en la liga municipal de futbol; si va a ser maestro, se le enseña a hacer sumas y restas, a leer mucho; y si va a ser diputado, ya no es necesario enseñarle nada, ni siquiera a mentir ni a robar, eso solito lo va a aprender cuando crezca.

Pero si el sueño de nuestra nena es ser una pornstar, ¿qué se puede hacer ante semejante revelación? ¿Qué se le inculca en estos casos? ¿Cómo lidiar con este dramón? Complicado, por supuesto. No es tan sencillo como hacerse los sordos, que al cabo al rato se le pasará. ¿Pero a qué sueños tenemos derecho los seres humanos? Visto con los ojos de la moral mexicana (una moral machista), es un sueño perverso, maligno, que no debe ser llevado a cabo por ningún motivo mientras uno viva, faltaba más. Seguramente la madre de esa niña, angustiada, la llevaría directo con el padre Benito Candelas para que la conduzca por el buen camino. “Que rece cincuenta padres nuestros, doscientas aves marías y lávele la boca con pinol y agua bendita”, seguramente sentenciará el cura para liquidar el asunto. ¿Pero el hecho de desear algo con todas las fuerzas, por muy indecoroso que pueda verse, no es ya suficiente para obtener el consentimiento y aprobación de los demás?

Cualquier profesión u oficio son corruptibles. Y cuando una actividad que tiene que ver con la sociedad se corrompe ¡aguas!, suele tener daños colaterales funestos: Un policía, digamos, cuando es de los buenos, le trae al pueblo paz, seguridad; pero no así un policía que sólo se aprovecha del poder para extorsionar al ciudadano (cosa que sucede quizá en Europa pero nunca en este país, pero tenía que poner un ejemplo). Un juez de los chidos podría llevar la impartición de justicia a niveles utópicos, sublimes, pero cuando cede a las jugosas mordidas de los ricos e inclina la balanza del derecho a su conveniencia, le causa mucho daño a la sociedad. Un socorrista de los pocamadre brinda los primeros auxilios y se convierte, muchas veces, en la diferencia entre la vida y la muerte para los accidentados, pero cuando sólo se dedica a bolsear a la víctima para sacarle lo último que le queda (y que ya no le hará falta), qué terrible acto de deshonestidad. Estos hechos, como se ve, causan perjuicios reales a los demás, no imaginarios. En cambio, la pequeña de nuestro caso no le hará daño a nadie más que a los que se quieran sentir ofendidos, y eso será relativo, no directo.

Esperanza Gómez, voluptuosa joven colombiana de mi edad (pensándolo bien podría ser mi novia), cuando desde chiquita tenía ya la inquietud de participar en videos de contenido erótico, vivió esta situación en curva propia. Y cuando decidió lanzarse al mercado pornográfico estadounidense, ya de grande, se enfrentó a la moral del pueblo colombiano que la juzgó. Pero a ella no le importó. Y ahí la tienen: Desafió la corriente de un río enfurecido de prejuicios. Nadó sin detenerse hasta llegar a la otra orilla, sólo para ver realizado su sueño. Un sueño poco convencional, sí, pero sueño a final de cuentas.

Y ahora es famosa y muy feliz: una felicidad tan parecida y legítima, quizá, como cuando un estudiante universitario termina su carrera profesional.

1 comentario:

Vivian CC dijo...

Hola Chalo,

No sabes que buen momento me hizo pasar tu página, hace mucho tiempo que no me daba el tiempo para leer y sobre todo para leer algo disfrutable, la verdad me encanta la manera en que te expresas, y te quiero felicitar porque tu escritura ha evolucionado en mucho, no porque yo sea una crìtica en el tema, sino porque realmente leo algo de muy alta calidad.

Me encantaron tus escritos, y se los voy a recomendar a mi mamá que también es fan.

Cuidate, y recuerda que se te aprecia.

Vivian